martes, 11 de noviembre de 2014

Un sueño cumplido - NYC Marathon



Voy a aprovechar la tranquilidad del vuelo nocturno de vuelta a casa para intentar explicar lo que significa para un deportista amateur como yo, el haber vivido posiblemente una de las experiencias deportivas más impresionantes a la que un deportista de mi nivel puede llegar a vivir. Así que me dispongo a intentar explicar en estas líneas como lo viví y todo lo que sentí el pasado domingo dos de noviembre.

Para quien no lo sepa este sueño empezó hace ya más de cuatro años y después de ya haber corrido mis primeras maratones, cuando se me ocurrió apuntarme por primer vez al sorteo que hace la organización de la maratón para conseguir un dorsal. La verdad que sin mucha esperanza sabiendo lo difícil que era que te tocara una plaza. Pero tenía un as guardado debajo de la manga y era la posibilidad de obtener plaza asegurada si participaba tres años en el sorteo y no me tocaba pues al cuarto tenía dorsal asegurado. Pues como no me tocó por sorteo en ninguno de los tres intentos a la cuarta tuve dorsal. Con la fortuna que ésta era la última vez que se podría conseguir un dorsal de esta manera.

Para mi el maratón de Nueva York era la novena ocasión en la que me enfrentaba a esta mítica distancia. Cuatro veces Madrid, una San Sebastián, una Roma y dos ocasiones en Berlín. Precisamente en Berlín y hace un año es donde hasta la fecha hice mi mejor marca personal con 3h 23min. Para esta prueba me preparé a conciencia y puse todo lo que estaba de mi parte para llegar a esta fecha en las mejores condiciones posibles y tener la posibilidad de afrontar la prueba con las mejores garantías. Para que esto se cumpliera conté con mi amigo Dani. Dani es posiblemente uno de los mejores deportistas que conozco y como entrenador aún mejor. Gracias a él y al equipo de Personal Running he llegado mejor que nunca a una prueba de este tipo. Me atrevo a llamarle amigo porque se ha portado como tal. Cuando decides tener un entrenador personal, al principio piensas que todo se va a limitar a que te mande una planificación con lo que tienes que hacer durante la semana y ya está. Pues con el señor Daniel Rodríguez esto no ha así, sino todo lo contrario. Casi siempre nuestra comunicación ha sido vía  mail ya que últimamente no coincidíamos mucho en los estrenos del equipo, pero esos mails han sido más que un mail indicando entrenos, ritmos o tablas de ejercicios, han sido en muchas ocasiones una fuente de innumerables y buenos consejos, de inspiración, de ánimos cuando las cosas no han salido como uno esperaba y sobre todo de me sirvieron para aprender a entrenar y se un poco mejor deportista en todos los sentidos. Por eso quiero darle las gracias a el por haberme ayudado en esta primera parte de los objetivos que tenemos marcados.

La maratón de Nueva York es como su ciudad, todo a lo grande.  Y todo lo que rodea a su maratón está a esa altura, ya sea en organización, en voluntarios, recorrido y con una ciudad literalmente entregada que hacen que se viva la prueba de una forma especial. Llegamos a la ciudad el viernes, a dos días de la carrera y con tiempo de sobra para adaptarnos al cambio horario. Los nervios aparecen cuando vamos el sábado y recoger el dorsal y ves el ambientazo que hay en la feria. Aquí tienes que ir con un presupuesto fijado porque sino sales de la feria con media tienda y la tarjeta tiritando. Algo nos compramos pero supimos controlarnos (un poquito). En la medida de lo posible intenté comer lo mejor posible los días previos a la prueba y sobre todo descansar lo máximo posible, pero cuando estás fuera de casa no siempre es fácil. Lo peor, el vuelo que se hizo muy largo.

El día de la prueba empezó muy pronto, a eso de las cinco de la mañana ya que tenía que coger el autobús a las seis. Tuvimos la mala suerte que nos tocó un día de mucho frío, pero mucho.  La temperatura en la salida era de 3 grados pero la sensación térmica provocada por el viento era de bajo cero. El viento, ése si que fue un problema tanto antes como durante la carrera. En esas circunstancias tocaba correr vestido como si fuera pleno invierno. Y llevarme toda la ropa posible para abrigarme en la salida. Cuando sales del hotel ya te das cuenta donde estas y lo que vas hacer. Que vas a correr LA MARATÓN DE NUEVA YORK. Ves como riadas de gente se dirigen hacia el punto donde se coge el autobús, las caras serias y concentradas es la nota predominante. Impresiona mucho levantar la cabeza mientras esperas al autobús y ver el edificio Crisler o Empire State Building iluminado en la noche neoyorquina. El traslado fue muy rápido y a las seis y media de la mañana o un poquito mas ya estábamos en la salida. Con tres horas por delante para la salida y un frío de muerte. Me abrigue con mantas y algún  plástico para llevarlo lo mejor posible. Para resguardame del frío y del viento me metí entre dos furgonetas de la prensa. La cosa no era mucho mejor pero al menos me libraba del fuerte viento. La zona de salida era una pasada, había una zona donde podías tomar algo de desayunar o tomar algo caliente. Además teníamos baños de sobra para el apretón de ultimo momento. Ojo que estás hablando de 50.000 almas. Como no tenía mucho que hacer y había desayunado, me dirigí a mi corral para ver si dentro de lo posible podría salir con los de delante. Mi salida era por debajo del puente de Vezerrano, con mucho menos glamour que salir por la parte alta pero no se puede pedir todo. Cuando se acercan los minutos previos a la salida los nervios ya están a flor de piel, que si a ver cómo aguanta rodilla, que el isquio no dé mucha guerra, que la tripa no haga de las suyas, en fin todas esas dudas que nos pasan por la cabeza a todos los corredores y cuando empieza la carrera se olvidan. Según nos llevan como ovejas a la salida empiezas a quitarte capas de ropa que dejas a los lados de la carretera y que después se recoge para donar.

Pues ya estamos en la salida, con la fortuna de estar en tercera línea y muy bien colocado para quitarme todo el mogollón. Lo peor de salir por la parte baja del puente es no haber podido disfrutar del himno y de la canción de Frank Sinatra New York New York.

Tres, dos, uno........ Y se escucha el cañonazo de salida. Todos a correr. Lo primero que pienso en las primeras zancadas es que llevo la zapatilla derecha un poco floja y me da mucha rabia porque mira que había tenido tiempo de apretarla bien. Pero lo tenía muy claro que no pararía por este motivo ni un segundo. Según ganaba altura el puente, el viento era un problema mayor, parecía que iba arrancar el dorsal del pecho y en ocasiones parecía que incluso podría tirarte. En alguna ocasión hizo que mis piernas tropezarán una con la otra y a punto estuve de irme al suelo. Una vez pasado el puente de Verrazano (casi 3 kms) la cosa mejoró algo pero el viento fue una constante durante toda la carrera y en especial en los puentes donde la complicó muchísimo.

Los kilómetros pasaban y mi ritmo era muy bueno, incluso por debajo de 4 min el km. Sé que era un ritmo muy a alto para mí pero me encontraba fuerte, y estaba convencido que podría correr a ese ritmo toda la carrera. Las sensaciones eran buenísimas y sin rastro de las molestias que había tenido en días pasados. Todo esto hizo que pasara el medio maratón en 1h 26min, lo que significaba hacer mejor marca en esa distancia. Una pasada, ni me lo podía creer, vale que a lo mejor esa primera parte era más favorable pero con las condiciones del tiempo me parecía un sueño correr a esos ritmos. De hecho en ese punto estaba más que convencido que conseguiría bajar de las 3 horas o estar muy cerca de conseguirlo. También era consciente de que quedaba lo más difícil y que no sería fácil.

A partir de kilómetro 26 se empezaron a torcer un poco las cosas, estaba claro que no iba a ser todo un paseo de rosas. Todo empezó con la cinta del pulso que se empezó a caer y en un intento de colocármela esta se desengancho del todo. Por lo que no me quedo otra opción que quitármela y correr sin ella. Estaba claro que al igual que la zapatilla no iba a perder un segundo en parar a ponérmelo. Fue justo un poco después cuando ocurrió la anécdota de la carrera, no recuerdo en que iba pensando o que fue lo que ocurrió, el caso es que en una curva a la izquierda de noventa grados me fui al suelo. Fue una buena caída y la verdad que me pude hacer daño. Rodé como una croqueta por el suelo e inmediatamente me levanté sin consecuencias importantes salvo el golpe, sobre todo en los codos y un amago de sobrecarga en el cuadricep de la pierna derecha. Unos minutos mas tardes estaba olvidado.


La carrera se me empezó a hacer dura al cruzar el último puento y enfilar la primera avenida de Manhattan. El viento soplaba de cara muy fuerte. Debería ser ya el kilómetro 30 ó 31 y las piernas empezaban a fallar, los ritmos ya no eran tan buenos y las sensaciones empeoraron bastante. Me hubiera gustado estar más fresco en este tramo final pero en una maratón es difícil a estas alturas de la carrera. Cuando enfilas las quinta avenida justo antes de Central Park hay unos kilómetros de subida durillos que parece que no acaban nunca y es aquí donde los problemas musculares son mayores. A esto se le añade una sensación de mareo que me deja muy mal cuerpo. Aquí es donde veo que me pasa el globo de 3h 10min. Es un chasco pero se que queda muy poco y que aún puedo hacer una buena marca. El paso por Central Park es muy duro ya que tiene continuas subidas y bajadas. Aquí en algún momento tengo que parar para ver si mis piernas espabilan y me llevan a la meta. Los dos últimos kilómetros son una mezcla de sufrimiento y alegría que no soy capaz de describir aquí. Poco antes de llegar al tramo final tuve la suerte de poder ver Bárbara y Álvaro que con su barderita y con un pequeño cencerro no dejaban de animar y que te pone los pelos de punta verlos como comparten contigo esos momentos. Entrar desde Brodway Street a Central Park y recorrer esos últimos metros es algo que jamás olvidaré pero que en ese momento estaba deseando que pasaran cuanto antes ya que no podía más.


Al final 3 horas 11 minutos, mejorando la marca de Berlín justo un año antes en 12 minutos. Es para estar muy contento aunque siempre te queda ese sabor agridulce de haberte visto muy cerca de conseguir las 3 horas. Seguramente me equivoqué con la estrategia de carrera y debía haber conservado mi saquito de fuerza al principio para no sufrir tanto al final de la prueba peros de verdad que me veía con fuerza y estaba convencido que podía aguantar el ritmo hasta el final. Aún me queda mucho por aprender y de esta prueba he aprendido que "Nunca es demasiado despacio, nuca es demasiado cómodo" (Dani)

Sueño cumplido y muy feliz por haberlo hecho realizado. Normalmente después de una prueba de este tipo te queda una sensación de vacío que tarda en desaparecer. Pero en esta ocasión esta sensación no es mucha ya que el próximo objetivo en el horizonte no es menos importante y desde ya mismo lo empiezo a preparar.